martes, 25 de enero de 2011

Prohibir las plantas medicinales

***SNN

EL TELÉGRAFO

CÉSAR PAZ Y MIÑO
cpazymino@telegrafo.com.ec
Las prácticas médicas se clasifican en científica-formal-institucional, popular-urbano-marginal, aborigen-tradicional-comunitaria o chamánica y medicinas alternativas. Todas tienen un propósito: curar. El acceso a la medicina formal en países en desarrollo y el limitado acceso a los costosos sistemas de salud de países desarrollados hacen que las personas busquen soluciones diversas para problemas de salud-enfermedad. Los determinantes sociales y culturales de cada sistema de salud son diferentes y complejos.


Unos 5 mil millones de personas utilizan plantas para curarse. México, Perú, China, Rusia, India y otros, las contemplan en su práctica médica formal. Un 50% de productos farmacéuticos tienen origen en plantas. El estudio de la herbolaria para resolver problemas de salud se extiende e incluso existen facultades de Medicina que la estudian.


Frente a la deforestación y riesgo de extinción de muchas especies, existen programas de recuperación del saber ancestral y de las plantas medicinales, justamente porque se reconoce su valor. Por eso es inquietante que las autoridades sanitarias de la Comunidad Europea anuncien la prohibición de comercializar plantas medicinales. Para hacerlo deberán contar con la autorización de un herborista registrado en la CE, cuestión casi imposible. Se aprobarán plantas con más de 30 años de experiencia no tóxica.


“Personas con menos posibilidad económica son las que más utilizan conocimientos ancestrales para curar”


El argumento principal radica en que existen peligros aún no determinados por la mala dosificación y porque existen al menos 100 personas con insuficiencia renal que fueron tratadas para adelgazamiento. Pero las plantas mal utilizadas no son las únicas que producen daño. Los antibióticos, por ejemplo, acaban de producir sordera en más de un millón de niños chinos. Asimismo, los fármacos tradicionales producen cientos de muertes. Ante ello, las farmacéuticas no se pronuncian con tanto apuro.


Es indiscutible que los fármacos preparados por la química tienen en la mayoría de los casos mayor y mejor controlada potencia curativa, pero frente al interés del capital y la marginalización económica, las sociedades buscan medios ancestrales para cuidar su salud, pues los Estados han estado acostumbrados a descuidarla.

Unas 200 plantas están ya prohibidas.(http://www.boe.es/boe/dias/2004/02/06/pdfs/ A05061-05065.pdf), y se pretende que hasta diciembre de 2011 se retiren otras y se las prohíba en todo el mundo. Esto resulta contradictorio, pues a través del biopirateo hay brigadas de investigadores en pos de plantas medicinales, con cuyas esencias se preparan medicamentos comerciales, buenos para el gran negocio y las patentes. Para combatir la biopiratería se deben desarrollar programas de educación comunitaria, encaminados a proteger los conocimientos y registros de saberes, tomando en cuenta que países y personas con menos posibilidad económica son las que más utilizan conocimientos ancestrales para curar.

Estamos frente a un neocolonialismo, el de las transnacionales, y sus tentáculos van invadiendo el mundo. Primero fue la prohibición del uso del agua (El Telégrafo 05-12-10), ahora las plantas. Como país megadiverso, debemos estar alertas e investigar seriamente los productos activos de nuestra riqueza natural.

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